Inocencia
Tenían
un montón de estampitas y unos pocos pesos. Agobiados de tanto andar se
sentaron bajo un árbol- ¿por qué no podemos jugar como los demás changuitos?-Preguntó
Javito. Miguel fingió no oírlo, pero Javito insistió. Acorralado y sin
respuesta, pensó, y casi sin querer, dijo: Porque…somos eternos chayeros- ¿Y
cómo es eso? -No ves que todos en febrero andan así como nosotros, despeinados
y mugrosos- Y, entonces ¿por qué vendemos estampitas?- Así pagamos el carnaval,
y de paso, también sacamos pa’ comer- Javito hizo silencio, Miguel también. La
inocencia estaba intacta, ahora ya podían seguir.
Hermenegildo
Mi abuelo solía decir que los febreros riojanos a
veces son misteriosos. Siempre me contaba de Don Hermenegildo, un octogenario
del barrio Santa Justina que nunca salía de su casa y con quien solo algunos
pocos habían tenido contacto. Durante el año, Hermenegildo se mantenía
hermético en su posada, solo y ausente. Sin embargo, para el tiempo de la
Chaya, el viejo escapaba de su voluntaria soledad para empaparse de una añeja
juventud, y se ponía a jugar con harina y albahaca, igual que un niño feliz.
Terminado el carnaval, él regresaba a su encierro, añorando el próximo febrero.
23/02/2019.
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