sábado, 23 de febrero de 2019

Microrrelatos chayeros



Inocencia
Tenían un montón de estampitas y unos pocos pesos. Agobiados de tanto andar se sentaron bajo un árbol- ¿por qué no podemos jugar como los demás changuitos?-Preguntó Javito. Miguel fingió no oírlo, pero Javito insistió. Acorralado y sin respuesta, pensó, y casi sin querer, dijo: Porque…somos eternos chayeros- ¿Y cómo es eso? -No ves que todos en febrero andan así como nosotros, despeinados y mugrosos- Y, entonces ¿por qué vendemos estampitas?- Así pagamos el carnaval, y de paso, también sacamos pa’ comer- Javito hizo silencio, Miguel también. La inocencia estaba intacta, ahora ya podían seguir.


Hermenegildo
Mi abuelo solía decir que los febreros riojanos a veces son misteriosos. Siempre me contaba de Don Hermenegildo, un octogenario del barrio Santa Justina que nunca salía de su casa y con quien solo algunos pocos habían tenido contacto. Durante el año, Hermenegildo se mantenía hermético en su posada, solo y ausente. Sin embargo, para el tiempo de la Chaya, el viejo escapaba de su voluntaria soledad para empaparse de una añeja juventud, y se ponía a jugar con harina y albahaca, igual que un niño feliz. Terminado el carnaval, él regresaba a su encierro, añorando el próximo febrero.



Autor: Matías Rumilla.

23/02/2019.