-¡Por fin se despertó!, despabílese rápido que necesitamos preguntarle algunas cuestiones. Dígame qué fue lo que sucedió antes del accidente- se impacientó el oficial.
-No sea tan duro con él, hombre. Recién está recobrando el conocimiento. Es probable que no entienda lo que le está diciendo-dijo el doctor.
Consternado, él veía aquellos rostros ajenos y extraños sin entender qué estaba ocurriendo.
- Aún sigue en estado de shock, no es conveniente interrogarlo ahora- el doctor miró fijamente al oficial y le ordenó: - Es mejor que se retire, y nos deje hacer nuestro trabajo. Cuando lo creamos conveniente lo llamaremos, váyase ahora- el oficial cumplió y se fue.
Aún se encontraba sedado, miraba sin ver. Las luces de la sala lo encandilaban. No podía saber si era de día o de noche, la habitación era blanquísima y hermética. Estaba semidesnudo, apenas lo cubría la bata de hospital. Fatigoso, levantó su brazo izquierdo. Tenía un suero y sus tobillos estaban amarrados a los pies de la cama. Medio sordo, medio dopado había podido escuchar la palabra “accidente”. Intentó recordar, pero era en vano. Le dolía mucho la cabeza.
Pasó un rato, el doctor se marchó, dejándolo solo en la habitación. Desconcertado, miraba el techo. Se preguntaba una y otra vez, ¿por qué estaba ahí? ¿Qué había sucedido? De pronto su soledad se interrumpió, la puerta se abrió y entró una bella muchacha joven de piel morena, vestida de blanco. Al parecer ella era la enfermera del lugar. Traía consigo una fuente con comida y con algunos frasquitos extraños.
- Buen día señor, tengo que colocarle un inyectable- Le dijo la joven morena, y sin titubear demasiado le ordenó- Sería tan amable de darme su brazo izquierdo. Aquí le dejo su comida- le decía, mientras llenaba la jeringa.
- Espere un segundo, ¿Me podría decir qué hago aquí?- Le preguntó con mucha dificultad, pues le costaba articular las palabras. Tenía la lengua adormecida. -Escuché algo de un accidente, pero no recuerdo nada…Mi familia, ¿sabe dónde estoy?- Quedó agitado, su voz tenía un tono soñoliento y áspero.
- Mire señor, no estoy autorizada a darle esa información, podría facilitarme el trabajo y darme su brazo- Luego de un breve silencio, colaboró mecánicamente. Se sentía agobiado, no podía pensar demasiado ni ofrecer resistencia…Sintió un ligero dolor producto del pinchazo.
-Muy bien, más tarde vendrá el doctor a visitarlo. Hasta luego- La enfermera se marchó. Estaba fastidioso, la luz le molestaba mucho. La blancura del lugar le provocaba un lagrimeo incesante.
Las horas pasaban, o al menos eso pensaba, lo deducía por las comidas que le servían. Desde que estaba consciente la misma rutina se repetía incansablemente. El mismo pinchazo, luego el doctor lo visitaba, lo revisaba: latidos, reflejos, respiración, articulaciones. Anotaba algunas cosas y se iba. Se sentía prisionero, quería escapar. No aguantaba un segundo más en ese lugar, algo tenía que hacer. Fue entonces que empezó a pensar un plan de salida. Memorizó cada movimiento, meditó la situación, pero aún se sentía débil y le costaba mucho concentrarse.
Con el paso de los días fue ganando más fuerza física y agilidad mental. Estudiaba e intentaba recordar mentalmente su táctica de escapatoria. Ese plan que había ideado en sus momentos de lucidez. Luego de mucho pensarlo se sentía listo y decidido. Quería interceptar al doctor y lograr sacarle información que fuera valiosa para su salida. Sabía cómo de costumbre que pronto llegaría el médico. Rápidamente y sin dudarlo ni un segundo tiró con fuerza las ataduras de sus tobillos. Al tercer tirón pudo zafarse. Temía que alguien pudiera escucharlo y echar todo a perder. Al liberarse se detuvo, y con suma cautela se ocultó detrás de la puerta esperando la llegada del médico. Apenas entró el doctor lo tomó por el cuello y en un solo movimiento cerró la puerta.
-Escúcheme, dígame ¿Dónde estoy y qué hago acá? Si no me dice, le rompo el cuello ¡Conteste mierda!- Le dijo encolerizado.
– Oiga, tranquilo. Le voy a responder todas sus preguntas. Solo si usted me dice ¿Qué fue lo último que recuerda antes de estar aquí?- dijo el doctor.
-No lo sé, tengo vagos recuerdos de la universidad. Íbamos a viajar hacia al interior de la provincia de La Rioja, creo. Estaban algunos compañeros. Todo lo demás es difuso.
- ¿Recuerda hacia dónde iban? El motivo del viaje- replicó el médico.
- No demasiado, aparentemente era un viaje de investigación. Yo tenía que terminar unas diligencias y buscar unos papeles. A partir de ahí no recuerdo más.
-Mire amigo, ¿Me creería si le digo que usted es el único sobreviviente de una catástrofe sucedida en La Rioja, Argentina? El rostro del paciente se empalideció de repente. Sí, así como oye. ¿Y me creería si le digo que el desastre nuclear sucedió hace tres años? Usted, hoy se encuentra en un centro de rehabilitación situado en la ciudad de Zúrich. Aquí permanecen los pocos sobrevivientes del mundo que se dio en el año 2034. En su país, en especial en su provincia las consecuencias de la radiación fueron letales. Al punto que desató oleadas ultravioletas nocivas, junto con lluvias acidas que exterminaron casi por completo la vida del lugar. Usted es el único ser humano sobreviviente.
- No es posible, ¿Cómo pasó? ¿Porqué me salve?- Sus mirada desencajada mostraban su rostro atónito.
- Sinceramente su caso sigue siendo un misterio. Lo cierto es que lo encontramos inconsciente en el baño del centro de investigación de la universidad. Es muy probable que usted haya desarrollado anticuerpos a la radioactividad. El fenómeno ocurrió en cuestión de horas. Nadie estaba preparado para semejante desastre. La inclemencia climática repentina le provocó el desmayo, luego nosotros lo rescatamos. No sabría decirle más, porque eso fue lo que pasó. Aún estamos investigando lo sucedido- El doctor hizo un pausa y continúo- Nosotros aquí le inyectamos diariamente hormonas que lo rejuvenecen y le brindan las proteínas necesarias para su bienestar. Si no fuera por eso estaría muerto. Ahora si me permite lo tengo que revisar- Lo soltó al doctor. Luego del chequeo el médico se fue. Él se quedó pensando, abrumado de semejante noticia. Al cabo de unas horas le hicieron efectos los sedantes y se durmió plácidamente.
-¿Otra vez lo amenazó Doc?- Le preguntó la enfermera.
–Sí, todas las semanas lo mismo, ¿Colocó doble dosis de sedantes?- dijo el médico
- Sí, ¿Sabe hasta cuándo estará en el psiquiátrico?
(Fotografía tomada en la ciudad de Milagro- La Rioja)
Fin.
Autor: Matías Rumilla.
17/09/2018.